Los primeros libreros. Vespasiano

Vespasiano da Bisticci: el rey de los libreros del mundo  por Alejandro Gamero
Cuando se piensa en la Florencia  renacentista se suele hacer en términos  puramente visuales, en la arquitectura,  en la pintura o en la escultura. Sin  embargo, no solo fueron amantes del  arte sino también de la sabiduría y de los  libros. Tal vez en la actualidad no sea tan  conocido como Miguel Ángel o  Brunelleschi, pero en su tiempo  Vespasiano da Bisticci fue una figura  importante y muy influyente,  representante de un sector al que no se
suele hacer referencia cuando se habla  del Renacimiento: el de los libreros. Vespasiano vivió aproximadamente  entre 1421 y 1498, y más que librero  alcanzó la cima en la Florencia del  Renacimiento como cartolai, un término que se refería además de al oficio de  librero al de encuadernador, ilustrador y editor. Pero el apodo con el que  Vespasiano ha pasado a la historia es el de rei de li librari del mondo, «rey de los  ibreros del mundo».
En el tiempo de Vespasiano Florencia se vio sacudida por innumerables  hitos históricos: la muerte de Cosme y Piero de Medici, el ascenso de Lorenzo el  Magnífico, los enfrentamientos de los Medicis con los Pazzi y otros clanes o las
hogueras de Savonarola. Pero entre tanto trajín, Vespasiano supo construir un próspero negocio basado en el conocimiento y en los libros. Su clientela incluía  papas, emperadores, duques y muchos otros destacados aristócratas, lo que le  permitió escribir toda una serie de biografías sobre ellos. Ayudó a abastecer las  bibliotecas de las figuras más importantes de la época ‒los Médicis, el Papa  Nicolás V, Alfonso de Nápoles y Federico da Montefeltro, entre otros‒ con  exquisitas ediciones en vitela de Platón, Cicerón, Quintiliano y muchos más. En  veintidós meses, por ejemplo, hizo que veinticinco copistas hicieran 200  volúmenes para Cosme. Vespasiano tuvo la suerte de vivir en un período de transición único, el de  la imprenta de Johannes Gutenberg, que permitió producir libros en masa y, en
definitiva, marcó el final del mercado de manuscritos que dominaban los libreros de la época. Lejos de suponer un desastre para su negocio, la imprenta le trajo  crecimiento y prosperidad, ya que los libros a mano coexistieron en paz con los  impresos, en un sistema muy parecido al que tenemos hoy con los libros  impresos y los digitales (aunque ya sabemos que finalmente la balanza se inclinó  en favor a los impresos). Su afán no era simplemente complacer solo a sus clientes, antes bien,  creía firmemente, como muchos de sus compañeros libreros, que era vital
recuperar y restaurar la sabiduría del mundo antiguo para contrarrestar la  violencia y la corrupción del momento. Creía que esta sabiduría podría enseñar a los gobernantes a gobernarse a sí mismos de manera más sabia y moderada,  creando una sociedad mejor.

No era el único que pensaba así ni mucho menos.  Para los humanistas, los textos antiguos, sobre todo los de la antigua Grecia y  Roma, podían ayudar a reparar el presente. Aunque muchos de los volúmenes que Vespasiano produjo se destruyeron  o se perdieron en incendios, otros han sobrevivido y se pueden encontrar hoy en  algunas de las mejores bibliotecas del mundo. Su existencia, junto con las  biografías que escribió, nos dan un sentido de la amplitud y de la profundidad de  los fundamentos intelectuales del Renacimiento. Su creencia en el poder de la
palabra escrita y su esperanza en que los libros son capaces de inspirar a líderes para convertirlos en mejores gobernantes un crear una sociedad más justa parece ahora más necesario que nunca

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